martes, 19 de enero de 2016

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Hoy he decidido comenzar a escribir este diario, se que tal vez ya sea mayor para este tipo de cosas, a mis 33 años, y después de todo lo que he visto hasta ahora en mi vida. Podría haber empezado hace 10 años, cuando comenzó la guerra interestelar, en ese momento había mucho material que plasmar letra a letra en un diario, pero aquello comenzó tan rápido que es lo último que se me hubiera pasado por la cabeza hacer. Irte a la cama para descansar, y al amanecer, levantarte como cualquier día, pedirle a Sam que vaya preparando un café y que la dichosa IA te conteste que, quizá, haya algo que deba saber antes de tomar cualquier decisión. Tomar un café por la mañana no es una decisión, es algo que hay que hacer.



La mitad de los planetas habitados había comenzado una guerra contra la otra mitad, por alguna importante razón que ya no recuerdo. Quiero pensar que no soy la única persona que lo último en lo que piensa en ese preciso momento, es en comenzar a escribir un diario. Mucho menos después, cuando te recluta el ejercito para formar parte de esa guerra, por que estas dentro del rango de edad, no porque te hayan preguntado tu opinión acerca de las razones de la gigantesca contienda, y si estas de acuerdo o no con ellas.
Quien va a acordarse de escribir un diario, mientras estas 14 horas estudiando y practicando para aprender a pilotar una nave de combate SW-05. Después de eso no tienes tiempo, ni siquiera para pensar, mucho menos para escribir, agarrado a los mandos de tu juguete de guerra, luchando principalmente por no acabar formando parte del universo en forma de polvo, por culpa de un acertado disparo enemigo.
Después de eso, de la guerra me refiero, que acabó 7 años después, tras sobrevivir a ello, recibir unos cuantos ascensos y otras tantas medallas, la calma tensa que lo siguió no daba para escribir nada, y de contar lo ocurrido ya se ocuparían las personas dedicadas a ello, que sin duda, lo redactarían mejor y lo enviarían en una bonita edición digital deluxe (por supuesto cada uno desde su perspectiva), seguro habrá cientos de ediciones diferentes en cada planeta que formó parte de aquello, y que no se haya convertido en polvo estelar, por supuesto.
Después de tres años yendo y viniendo a trabajar, corriendo detrás de ladrones y asesinos como un robot, mi cuerpo ha estado ahí y mi cerebro también, en la comisaría, en los lugares del crimen, en los tiroteos, detrás del ordenador escribiendo informes policiales, pero yo no he estado, mi alma, mi ser, no estaban ahí.
Pero hoy, si, hoy estoy aquí, he vuelto a introducirme en este armazón de piel, músculos y huesos.
Alrededor del mediodía, lo se porque, a esa hora es cuando mas luz entra por los grandes ventanales del edificio de la comisaría. No han habido muchos problemas esta semana, por lo que yo estaba terminando de rellenar los informes atrasados de las detenciones de la semana anterior, no es que se tarde mucho en rellenarlos ya que, al leer el chip implantado de la persona detenida, todos sus datos personales y lugares en los que ha estado pasan directamente a la ficha, simplemente hay que rellenar el motivo y la forma de la detención, pero aún así me resulta tedioso.
Y mírame ahora escribiendo un diario.
Saltó un mensaje en mi visor implantado, alguien solicitaba mi presencia en el hall, probablemente sería algún periodista pensé antes de solicitar su registro a Sam, bingo.
"Cat", eso es lo que aparecía en el registro que mi IA me ofrecía, los periodistas tienen el beneplácito del gobierno central para mantener sus todos sus datos, incluso su ubicación, bajo confidencialidad, es necesario aportar pruebas de un posible delito para acceder a ellos.
Bajé a regañadientes a la entrada de la comisaría, ya casi tenía terminados los informes, eso me iba a retrasar, esperaba acabarlos hoy y de esa forma poder tomarme un par de días libres.
Se abrieron las puertas del ascensor, y en ese preciso instante es cuando mi yo, o mi super yo o mi consciencia, lo que sea, cayó dentro de mi cuerpo. Fueron sus ojos, verdes, radiantes. Se clavaron en mi y todo lo demás desapareció, se evaporaron las pantallas de información, los cuerpos de las personas se translucieron, el mobiliario se elevó hasta desaparecer, solo quedó ella, sus ojos y yo de vuelta.
Mañana cuando esté descansado, escribiré un capitulo de este diario dedicado solo a ella, se lo merece, no solo por traerme de vuelta, también por lograr que me agarre para quedarme.
Además si vuelvo a oír a Sam repetir una vez mas "los niveles de proteína beta-amiloide son excesivos, necesidad de sueño" me pegaré un tiro con la pistola de pulsos que guardo en mi mesilla.

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